Con
el presente proyecto de ley se concluye la presentación de una
serie de tres iniciativas a fin de designar a los tres puentes que
rodean para su ingreso a Sarandí del Yí con los nombres de
insignes poetas nativistas que eligieron radicarse en esa ciudad
rodeada de montes naturales y bañada por las aguas del río Yí y de
los arroyos Malbajar y Agua Sucia.
Fernán
Silva Valdés nació en Montevideo, en la calle Colón el 15 de
octubre de 1887. Es hijo de Fernando Silva Antuña, escribano de
Sarandi del Yi y de María Valdés. Su primera infancia transcurre en
Sarandi del Yí, donde comienza a educarse y observar la vida rural
de fines del siglo XIX y el alba del siglo XX.
Criado
en el campo, relató en reiteradas oportunidades que el “Martin
Fierro” y “Fausto”, eran los libros que llevaba en el “recado”
de su caballo; y que ya mayor lo atraían vivamente las actividades
del campo, en las estancias, donde se sentía inmerso en su medio
natural.
Aún
niño, pasó a vivir con sus padres a la capital, a una quinta
materna en la calle Maturana, donde transcurrió el resto de su
infancia y parte de su juventud.
En
la pequeña escuela de la capilla Maturana, cursó estudios primarios
con el maestro Camilo Ros. Luego asistió a la pública hasta 5º
año; dio examen de ingreso e inició la enseñanza media.
El
poeta en un reportaje expresó: “Yo hubiera
querido ser un gaucho y no un hombre de ciudad. Tengo en mis venas
sangre criolla. Soy autóctono puro. Mis abuelos, de una y otra rama,
fueron criollos y gauchos. Cuando fui creciendo, y ya hombre,
concurría a las
estancias atraído por el espectáculo de los trabajos de campo. Ahí
me sentía, por influjo atávico, en mi medio”.
Silva
Valdés inició su producción literaria en el año 1913, publicando
un pequeño libro de poemas que tituló “Ánforas de barro”; el
cual fue seguido en 1917 con “Humo de Incienso”. Ambos respondían
al estilo todavía predominante del modernismo.
En
1921 publicó “Agua del Tiempo”, inaugurando su poesía
nativista, que habría de continuar en “Poemas nativos” y
alcanzar su máxima expresión en “Intemperie”. La poesía de
Silva Valdés produjo a partir de 1921 un tipo de poesía alusiva a
los motivos tradicionales gauchescos, pero sin incurrir en un
persistente y exagerado empleo del lenguaje gauchesco. Su poesía se
distingue de la típica poesía gauchesca, en que es un gaucho mismo
quien le expresa o se hacen relatos directamente descriptivos de las
actividades propias de los gauchos.
Su
poesía, a pesar, de su in dudable tonalidad y temática nativa, se
presenta como la obra de un hombre culto y refinado; y no como la
expresión del rudo hombre de campo casi siempre analfabeto, que
expone lo más primario de sus sentimientos.
Otras
obras destacables del autor son “Romancero del Sur” y “Romances
Chúcaros”, en que en forma similar a como los antiguos relatos
versificados del romancero castellano contaban la vida y hazañas de
antiguos caballeros y cruzados, relata circunstancias de la vida
criolla y presenta la estampa de sus caudillos.
La
obra poética de Fernán Silva Valdés – con todo el mérito y el
valor literario que in dudablemente encierra – en gran medida se
detiene en un pintoresco localismo, que no le lleva a penetrar en la
problemática espiritual más universal del hombre de todos los
lugares y de todos los tiempos; por lo que resulta excesivamente
regionalista y referida a un tradicionalismo que evoca a una sociedad
con rasgos marcados.
Su
producción literaria abarcó los tres géneros tradicionales:
verso, prosa y teatro. Sin embargo se destacó en el verso, donde su
personalidad se manifestó más cabalmente y con mayor originalidad.
Alberto
Zum Felde se vio vislumbrado, tempranamente por los valores de su
poesía y expresó al respecto: “Acaso la
cualidad más específica de la poesía de Silva Valdés sea el
carácter, el decir, el colorido propio, el rasgo genuino”.
En
1924 contrajo matrimonio con Tulia Pérez Gambin.
Asimismo,
Silva Valdés frecuentó en su obra poética temas de origen urbano,
aunque siempre predominen los de estirpe campera. Sus imágenes
urbanas propias del lugar y la época, en que aparecen elementos
típicamente rioplatenses como marco de los temas y tipos de personas
de que trata.
En
su libro “Agua de Tiempo” aparecen poemas que presentan motivos
arrabaleros como “El Tango”, “La Giradora”, “La Cicatriz”
y “Cabaret Criollo”.
Además
incursionó repetidas veces en la composición de letras de tango y
de otras formas musicales rioplatenses; utilizando en algunas
oportunidades el seudónimo de “Juan Corrales”. En 1928 alcanzó
conocimiento público como letrista, con la canción “Margarita
Punzó”, musicalizada por Gerardo Matos Rodríguez, que fuera
grabada en disco por el entonces afamado dúo Magaldi-Noda.
También
escribe “Agua Florida” con música de Ramón Collazo y que
alcanzara gran éxito en la versión cantada por el uruguayo Alberto
Vila. En 1929, escribe “Clavel del Aire”, musicalizada por Juan
de Dios Filiberto.
Carlos
Gardel apreciaba especialmente la cualidad de Silva Valdés como
letrista. Fue él quien en 1931 estrenó “Ponchito de Vicuña”
musicalizada por su compañero de dúo José
Razzano; y en su última visita a Montevideo, poco tiempo antes de su
muerte, había pedido a un pianista que musicalizara el poema “Mate
Amargo”, de Silva Valdés.
Su
intensa actividad y gran prestigio como autor musical uruguayo, llevó
a Silva Valdés a participar frecuentemente en la dirección de la
Asociación General de Autores del Uruguay, de la cual fue varias
veces Presidente.
En
abril de 1952, la Comedia Nacional le estrena el drama “Santos
Vega” en el Teatro Solís.
También
escribió varias obras para niños, en 1930 “Poesías y leyendas
para niños”, “Ronda Catonga” en 1941 y “Corralito”, en
1944.
Fue
miembro de la Comisión Nacional de Bellas Artes, de la Sociedad
Hispánica de América, de la Comisión Nacional de Cooperación
Intelectual y de la Academia Nacional de Letras, a la cual ingresó
en 1943 como académico de número: el 12 de agosto de 1969 se le
nombró académico de honor.
En
el año 1966, la Colección Clásicos del Uruguay editada por el
Estado uruguayo, publicó una muy completa antología de su obra.
En
1972, le fue discernido el Gran Premio Nacional de Literatura.
Falleció
en Montevideo el 10 de enero de 1975 a la edad de ochenta y ocho
años.
Al
igual que Elías Regules, en un poema plasma toda su devoción por la
tierra indígena que le engendró, titulándola “Romance de mi
infancia”, la que en el primer párrafo reza: “Pueblo Sarandi del
Yí/ acollarado a mi infancia / en tu borroso recuerdo / tengo,
patente, mi casa: / un caserón primitivo / con sus tejas coloradas /
atado por un sendero / al gran árbol de la plaza”.
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